miércoles, 23 de noviembre de 2016

Las Técnicas de Integración Cerebral (TIC): la resolución de los síntomas desde su raíz neural




Este blog es una ventana abierta al conocimiento y a los profesionales y curiosos de los ámbitos de la Psicología y la Salud. Por ello, recibimos a Ivonne Crispín Lannes, Neuropsicóloga y Psicoterapeuta, quien nos va a sorprender con este interesante artículo.

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En esta ocasión, comentaremos una metodología de intervención psicológica conocida como Técnicas de Integración Cerebral (TIC), creada por los doctores Raquel Ferrazzano de Solvey y Pablo Solvey (Solvey y Solvey, 2006; 2007) y que agrupa técnicas relativamente novedosas para trabajar las memorias traumáticas, asimilarlas, integrarlas y aceptarlas; y con ello dejen de perturbarnos, reprogramando la relación que tenemos con esa vivencia y relativizando su importancia y funcionalidad en el momento presente.

Las TIC han demostrado, científicamente, su eficacia para el manejo de traumas de diferente gravedad y sus efectos en malestar psicológico, sintomatología somática y de distintos cuadros psicopatológicos como los trastornos de ansiedad, trastornos depresivos, ataques de pánico, fobias, trastornos obsesivo-compulsivo, estrés postraumático, entre otros. La sustentación de estas técnicas ha avanzado en los últimos años, a través de trabajos de tesis para optar por la titulación de licenciados en Psicología, que demuestran su eficacia para el manejo del trauma psicológico de diferente severidad en alumnos universitarios (Díaz y Vázquez, 2007); en el manejo de emociones ante el diagnóstico de enfermedades graves como el cáncer (Shimajuco, 2009), o el VIH/SIDA (Meres Guzmán, 2012); en la disminución de síntomas evitativos e intrusivos en mujeres que ha sufrido abuso sexual (Córdova y Reushe, 2010).

¿QUÉ ES UN TRAUMA Y CÓMO RESPONDE NUESTRO CEREBRO ANTE ÉL?

El trauma es una experiencia que constituye una amenaza a la integridad psicológica y/o física que se asocia a emociones intensas o vivencias de caos y confusión. Una situación que vivimos como traumática, la consideramos inenarrable, e incomprensible para los demás. Nos sentimos vulnerables y que hemos perdido el control sobre nuestra propia vida o al menos, en el área vital afectada (pareja, amigos, trabajo, salud, etc…).

El estrés postraumático, por otro lado, es un trastorno que supone episodios reiterados en los que tienen la sensación de rememorar de forma vívida el hecho traumático, con iguales manifestaciones psíquicas, físicas y repercusiones sociales que si la situación fuera real.

En nuestro funcionar cotidiano, los dos hemisferios cerebrales trabajan de forma sincronizada y alternando la activación y dominancia para obtener los mejores beneficios. En 1996, un neurofisiólogo holandés, el Dr. Bessel van der Kolk, desde sus estudios sobre el impacto del trauma, encontró que la situación traumática, desequilibra esta sincronización de ambos hemisferios, mostrando marcada lateralización o prevalencia derecha y una desconexión funcional del hemisferio izquierdo y los recursos racionales y el autocontrol que nos permiten enfrentarla y solucionarla de la manera más sana posible. Nuestro cerebro, para protegernos, activa y almacena en el hemisferio derecho el recuerdo de los traumas que sufrimos y las emociones negativas que desencadenaron para que actuemos con desconfianza, miedo o alerta; mientras el hemisferio izquierdo “desactivado” solo hiperracionaliza acerca del suceso, y acude a creencias distorsionadas o inadaptadas que reforzando el estado de malestar psicológico, e incluso activando mecanismos de respuesta fisiológica.

La racionalización nos “protege” a nivel consciente, pero si nos enfrentamos a realidades similares a la situación traumática o, a nivel inconsciente percibimos la posibilidad de vivir algo semejante, las emociones asociadas se reactivarán y producirá los mismos síntomas. La manera adaptativa de enfrentar el trauma y sus secuelas a corto y largo plazo es activar los recursos de ambos hemisferios cerebrales, para superarlo desde la reestructuración de la situación y la aceptación de la realidad.

¿CÓMO FUNCIONAN LAS TIC?

Las TIC se sustentan en la capacidad de sincronización de los hemisferios cerebrales y el intercambio de información a través del cuerpo calloso, que es la estructura que los une y permite la comunicación entre hemisferio y que el cerebro funcione como un todo. A nivel psicológico, esta relación permite que se integren las emociones que almacena el hemisferio derecho y los recursos racionales y soluciones que aporta el hemisferio izquierdo. El resultado final es la aceptación de las emociones negativas, un pensamiento más racional de su entorno y de sí mismo, una visión más realista y soluciones viables.

Las técnicas TIC producen una reestructuración emocional y cognitiva profunda. Los cambios se mantienen en el tiempo, las emociones, de alguna manera reprimidas, se liberarán y el malestar, síntomas o trastorno por el que se acudió a consulta disminuirá progresivamente en intensidad, hasta desaparecer; sin remisión.

Una de las principales ventajas de las TIC, es que pueden combinarse con cualquier otra metodología o técnica, ya sean de carácter meramente psicoterapéutico como energéticas, potenciando sus resultados.

¿CUÁLES SON LAS TIC?

Las técnicas agrupadas en las TIC son la Técnica de los Anteojos Hemisféricos® y Técnica de Un Ojo por Vez®. En ambas técnicas ocurre la activación por estimulación controlada de un hemisferio cerebral mientras se provoca la desconexión funcional del contrario por la disminución suficiente de dicha estimulación; en este caso, a través del analizador sensorial visual.

Aunque poseemos un cerebro que funciona como un todo y los dos hemisferios cerebrales están en constante comunicación; en caso de estimulación de uno y deprivación del otro simultáneamente, se puede apreciar las diferencias perceptuales entre ambos; así como su implicación para la generación de imágenes mentales, pensamientos, creencias, emociones, sensaciones corporales y vivencia de malestar; también diferentes entre uno y otro. Todo esto se traduce en la terapia a que el paciente expresa un enfoque diferente de la situación perturbadora al contemplarlo con uno u otro hemisferio a través de la estimulación de uno u otro ojo por separado.

La disminución del malestar y la remisión del mismo, con su sintomatología mental y física, va arribando en la medida que se estimula de forma alternada y secuencial un hemisferio u otro, permitiendo que la información o perspectiva del problema que tenemos con uno de ellos se integre con la “visión” del otro; y llegar a una más realista, aceptable y, por lo tanto; modificable.

| Técnica de los Anteojos Hemisféricos® |

Consiste en estimular-deprivar de forma alternada y secuencial el hemisferio cerebral izquierdo vs. derecho con unos anteojos especiales. Estos anteojos están diseñados de forma que permiten entrar la luz con un ángulo de incidencia que impresiona sobre la parte nasal de la retina del hemisferio opuesto al que se quiere activar, lo que permite estimular separadamente los dos hemisferios cerebrales, de modo que el sujeto puede “ver” dos puntos de vista propios y diferentes respecto a un mismo problema, ambos reales.

F. Schiffer comenzó a usar unos anteojos similares dentro de una terapia estructurada y psicodinámica. Solvey y Solvey – 2000 – desarrollaron el sistema de aplicar un gradiente, secuencial y alternado, que opera como desensibilizante, durante todo el proceso terapéutico que produce una reestructuración cognitiva concomitante, hasta lograr en poco tiempo, a veces en minutos, la desensibilización (ecológica) del tema tratado.

| Técnica de Un ojo por Vez® |

La técnica posee una esencia similar a la de los anteojos y fue desarrollada, en 2000, por los canadienses Audrey Cook, PhD., y Richard Bradshaw, PhD. Consiste en observar el problema a resolver con un solo ojo alternadamente (se tapa el otro), activando también los hemisferios cerebrales por separado.

Generalmente, se trabajan dos aspectos relacionados al malestar emocional:

1.- El “shock” o incredulidad acerca de lo sucedido, habitualmente, en situaciones altamente traumáticas, siendo la aceptación de la realidad y resolución de esa incredulidad la manera más directa de poner en marcha la desensibilización del trauma. A menudo, se observa que con uno de los hemisferios la persona “cree” lo que le ha pasado, pero con el otro “no lo puede creer”. Es decir, lo sabe con el cerebro, pero lo niega con el cuerpo, la emoción que le produce le genera malestar corporal. Su discurso está plagado de “no lo puedo creer”, “es imposible”, “me voy a despertar y habrá sido todo un sueño”.

Mientras esta incredulidad persista, se mantendrá cierta incapacidad de pensar objetiva y racionalmente sobre el problema, pues su mínima evocación activa al sistema límbico, dispara emociones negativas y desactiva la corteza prefrontal, área creativa, que permite nuevas perspectivas, aprendizajes, y alternativas de solución. No importa cuánto tiempo haya pasado desde el hecho, es imposible la elaboración y la integración en la vida del sujeto de las consecuencias de la situación.

2.- La presencia de ciertos puntos en el campo visual, llamados “nudos” y “saltos”, que aparecen al hacer recorrer con la mirada de un ojo por vez y lentamente todo el campo visual mientras la persona piensa en el hecho. Curiosamente, los pacientes asocian estos artefactos que detecta el terapeuta con las emociones más disfuncionales y, en ocasiones, aparecen ligadas a sensaciones físicas, como mareos, náuseas y ansiedad. Una vez disueltos estos “nudos” con una técnica apropiada, el problema comienza a ser procesado y a desaparecer o se reduce a su mínima expresión.

La ciencia psicológica ha avanzado en pos de ofrecer mejores soluciones a los problemas psicológicos, en menor tiempo, menor malestar psíquico y mayor efectividad en cuanto a durabilidad del bienestar, independencia y autocontrol.

Ivonne Crispín Lannes

Neuropsicóloga y Psicoterapeuta

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