imagen El Diario Montañés
Es bien conocido desde Antigüedad que el clima y tiempo atmosférico afectan a la salud y al bienestar de las
personas. Todas las grandes culturas como los egipcios, griegos, romanos o árabes
fueron conscientes del influjo de las variaciones bruscas de la meteorología y
observaron como determinadas variables atmosféricas influían en el comportamiento y
estado anímico de las personas. Entre estas variables destacamos el viento es una de las más influyentes
debido a sus efectos negativos en la salud mental.
En la actualidad, los científicos estiman que una gran parte de la
población es vulnerable a los cambios bruscos de temperatura, humedad y presión
atmosférica. Constituyen el colectivo de las personas
meteorosensibles o meteorolábiles. Las variaciones del tiempo atmosférico provocan en estas personas la
aparición de estados psicopatológicos que se
desencadenan como consecuencia de cambios y variaciones en la actividad
neurotransmisora central.
La meteorosensiblidad constituye no sólo un fenómeno en el que existen
componentes más o menos subjetivas, sino una realidad biológica que se explica
mediante las leyes de la neuroquímica. Al conjunto de agresiones psicosomáticas centradas preferentemente en
la esfera del sistema nervioso central y derivadas de la acción de los diversos
agentes ambientales lo definimos “estrés biotrópico”.
La biometeorología médica es la disciplina que se encarga de estudiar
todos estos procesos fisiológicos y patológicos asociados con el enfermar
humano y dentro de ella distinguimos la biometeorología psiquiátrica cuando nos
referimos exclusivamente a las enfermedades mentales. El desplazamiento de grandes masas de aire y sobre todo las
variaciones en la polaridad e intensidad de la carga iónica de la atmósfera constituyen las variables meteorológicas más frecuentemente implicadas en el agravamiento de diversas
patologías mentales.
Multitud de investigaciones médicas han conseguido relacionar el
tiempo meteorológico y su acción sobre el sistema vegetativo, considerando la
electricidad atmosférica y la acción de los iones positivos y negativos
inhalados por el hombre a través del sistema respiratorio y la piel como el
factor más importante. Soyka y Edmonds, a mediados de los años setenta ya hacían referencia
en sus estudios sobre la influencia de la ionización ambiental en la salud
mental.
La Organización Mundial de la Salud viene prestando especial atención
desde 1975 a la electricidad atmosférica y a los procesos de ionización en la baja
atmósfera por sus claras repercusiones en la salud de las personas. Sabemos que el cuerpo humano se comporta como una máquina bioeléctrica
polarizada y que es sensible a toda la actividad electromagnética de su
entorno.
Estados de ánimo
Los estudios realizados a partir de principios del siglo XX demuestran
que cuando el aire tiene una carga excesiva de iones positivos, adquiere
efectos perturbadores que afectan a la salud y al estado anímico de las personas. Los episodios de Foehn y los vientos desérticos son claros ejemplos de
cómo una descompensación en las cargas eléctricas del aire puede traducirse en
la aparición o agravamiento de determinadas enfermedades meteorotrópicas.
El investigador Rivolier señaló que la calidad y cantidad de cargas
eléctricas presentes en el aire es causa directa de profundas influencias
psicopatológicas. Generalmente estas cargas se encuentran en la atmósfera a razón de
cinco iones positivos por cuatro negativos, siendo este equilibrio esencial.
Los iones negativos, constituidos en parte por oxígeno, tienen un efecto tónico
y beneficioso, siendo normales en la naturaleza concentraciones de 2000-4000/cm3. Por el contrario, los iones positivos, compuestos parcialmente por
CO2, tienen un efecto apático-deprimente y alterador del sistema nervioso. Se calcula que con la presencia de 1000-2000 iones positivos/cm3 en el
aire ya puede aparecer sintomatología.
Las meteoropatías causadas por el viento afectan al ritmo cerebral y
cardiaco, modifican la resistencia de la piel, cambian el metabolismo e incluso alteran la polaridad de la membrana
celular. Stampli y Regli (1947), Lotmar y Haffelin (1955) estudiaron en Suiza
como disminuía la resistencia capilar de las membranas poco después de que se desencadenase un episodio de Foehn.
Las perturbaciones en los campos electromagnéticos actúan sobre el
agua corporal, de forma que las propiedades físicas y la distribución de
coloides que se encuentran en suspensión, sufren cambios repentinos y plenamente perceptibles. Estas variaciones,
junto con la alteración de la permeabilidad en las membranas celulares,
producen dinámicas alteradas de los flujos líquidos. Los cambios producidos en las
propiedades físicas de esos líquidos orgánicos provocan alteraciones en sus retenciones, en las velocidades con que pasan a través de las
membranas, en la presión sanguínea y en el rendimiento del corazón.
La capacidad de las células para absorber el agua se ve afectada, al
igual que la conducción eléctrica entre los tejidos y la estimulación nerviosa. El Foehn es uno de los fenómenos meteorológicos más interesantes de
estudio por su relación con las patologías mentales. Este fenómeno aparece cuando una masa de aire húmeda y fría choca con
una cordillera, produciendo precipitaciones en la ladera de barlovento.
Posteriormente, cuando esta masa desciende por las laderas de
sotavento, se convierte en una masa de aire seco y comprimido, produciendo una
fuerte evaporación y disipación de las nubes. Este viento recalentado y deshidratado, desciende hacia el fondo de
los valles provocando una elevación brusca de la temperatura de más de 10
grados en pocas horas y de 15 a 25 grados en dos o más días.
En las áreas donde sopla Foehn hay abundancia de cargas positivas,
marcada subsidencia y casi ausencia completa de ozono, siendo este fenómeno
especialmente potente en verano. Parece evidente y contrastado por multitud de estudios realizados, que
el Foehn, así como los vientos terrales, cálidos y resecos, pueden agravar o
aumentar localmente diversos trastornos psicológicos. Entre ellos, destacamos
por su incidencia los trastornos depresivos, estados de ansiedad e inquietud,
síndrome de agitación psicomotriz, irritabilidad, jaquecas, disminución de la
atención, excitación nerviosa y muy especialmente el aumento de la agresividad.
Con el aumento brusco
de temperaturas y la disminución de la humedad, las glándulas endocrinas se
excitan liberando adrenalina, e incluso agotan las cápsulas suprarrenales en
situaciones crónicas. El sistema nervioso y endocrino se ve alterado, modificándose los
niveles de azúcar en sangre, relación calcio/potasio, así como los niveles de
sodio, fosfatos y magnesio.
Clima y Salud
Países como Alemania, Suiza, EEUU, Israel o Japón llevan muchos años
estudiando los efectos nocivos que tiempo atmosférico y clima causan en la salud mental, informando y difundiendo el resultado de sus investigaciones en los foros
científicos, además de acercar esta información a la sociedad. En España, desgraciadamente, es muy escaso el número de
investigaciones científicas interesadas en estudiar las relaciones existentes
entre determinados fenómenos meteorológicos y las patologías psiquiátricas
asociadas a ellos.
Sería interesante y necesario a la vez, el aumento de estudios de las situaciones
meteorológicas más influyentes en el transcurso de las enfermedades meteorotrópicas. Consecuentemente, se podría diseñar un conjunto de medidas médicas
preventivas ante la presencia de situaciones meteorológicas peligrosas para el
colectivo de personas meteorosensibles y sobre todo para los enfermos que
padezcan trastornos psíquicos.
Juan
Carlos Molina García, GPV de Valencia.