La música es una de las
artes que más presencia tiene en nuestra vida cotidiana. Es difícil encontrar a
alguien que no le guste la música, gracias a que nos ofrece multitud de estilos
donde elegir.
A lo largo de la
Historia ha habido muchas investigaciones tratando de dar respuesta a la
pregunte de por qué nos gusta la música, y las principales conclusiones que se
han obtenido han sido que ese gusto es innato, mientras que el conocimiento
musical como tal es algo aprendido. La atracción y el disfrute con la música
parecen impresos en nuestro ADN.
En la misma línea,
diferentes experimentos han demostrado que nuestro cerebro al oír música
presenta una reacción similar a cuando se toman drogas psicoactivas.
La música está siempre
presente, incluso en tareas y situaciones banales se aprecia el elemento
fundamental: el ritmo. Hasta cuando caminamos podemos apreciar un ritmo.
Nuestro cerebro
responde automáticamente cuando las ondas musicales llegan a nuestros oídos.
Puede activarnos al tratarse de música “movida”, con gran percusión y ritmo, o
relajarnos cuando es música más melódica.
Incluso se ha
demostrado que nuestro corazón también se amolda: con ondas musicales rápidas
se acelera, y con ondas lentas disminuye sus latidos.
Nuestro estado de ánimo
en muchas ocasiones condiciona la música que escuchamos. Esto es muy positivo
cuando nuestro estado de ánimo es bueno, porque tendemos a escuchar canciones
alegres y positivas que reforzarán ese estado. La música entonces nos es útil
para disfrutar de esa felicidad.
Sin embargo, cuando
estamos tristes solemos elegir canciones tristes y dramáticas que no nos dejan
salir de esa espiral de pena. Nos dejamos llevar por lo que nos pide ese estado
de ánimo y nos ponemos aún más tristes. La sugerencia que podemos hacer aquí es
sencilla: llévate la contraria. Cuando estés triste haz un esfuerzo por
escuchar canciones positivas y alegres, preferiblemente alguna que puedas
relacionar con algún momento o etapa de tu vida muy feliz, que te llene de
buenos recuerdos, y pueda ir disminuyendo poco a poco tu momento de tristeza.
Constanza Reyero
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