miércoles, 7 de noviembre de 2012

PREVENCIÓN DEL DETERIORO DE LA MEMORIA





Qué es la memoria

La memoria es un proceso mental imprescindible para el aprendizaje, ya que se encarga de codificar, modificar y recuperar los hechos, experiencias, pensamientos, sensaciones, etc. que formamos al percibir la realidad.

Nuestra capacidad de memoria viene modulada por otros procesos cognitivos, como la percepción, la atención o la motivación. Esto explicaría el hecho de por qué recordamos unos datos más fácilmente que otros. Por ejemplo, un niño puede acordarse perfectamente de las características de todos  los monstruos de su colección de cromos (nombre, origen, poderes, etc) y tener dificultades para aprenderse las tablas de multiplicar.

El conjunto de nuestros recuerdos se ha formado gracias a complejas conexiones que se dan entre las neuronas del cerebro, especialmente en el hipocampo y la corteza prefrontal.

El deterioro de la memoria

El proceso de la memoria puede verse afectado por múltiples factores. Entre ellos están las enfermedades degenerativas (por ejemplo el Alzheimer), los accidentes cerebrovasculares, los traumatismos craneales, efectos secundarios de algunos medicamentos, períodos prolongados de estrés, abuso de sustancias, el deterioro cognitivo asociado al VIH, etc.

Algunos trastornos como la depresión, el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) o los trastornos de ansiedad pueden cursar con dificultades en los procesos cognitivos.

Por otro lado, dentro del proceso de envejecimiento normal pueden darse cambios en la memoria (dificultades para recordar información que anteriormente se evocaba sin problema), el lenguaje (“lo tengo en la punta de la lengua”) así como en la velocidad de procesamiento (por ejemplo una mayor lentitud para realizar un crucigrama).

¿Podemos frenar el deterioro de la memoria?
Afortunadamente, podemos prevenir y retrasar el deterioro cognitivo. Para lograrlo debemos tener en cuenta algunas consideraciones:
ü  Es fundamental cuidar nuestra salud física a través del ejercicio regular, una alimentación saludable y siguiendo los consejos médicos.
ü  Importancia de la salud mental y emocional: la relajación, las actividades variadas de ocio y tiempo libre, disfrutar de los familiares y amigos, etc. además de ayudar a sentirnos felices, favorecen un adecuado funcionamiento cognitivo.
ü  Es recomendable buscar asesoramiento profesional si sufrimos estrés de manera prolongada o síntomas de ansiedad o depresión.

ü  Mantener una mente activa nos protege de su deterioro. Diversos estudios han demostrado que el entrenamiento y estimulación cognitiva pueden retrasar la aparición de trastornos cognitivos, así como influir en su evolución cuando ya han aparecido.

Qué son los programas de estimulación cognitiva

Los programas de estimulación cognitiva son diseñados y aplicados por profesionales relacionados con la psicología y el aprendizaje. Actualmente existen programas de corta, media y larga duración. El número de las sesiones y su duración depende de varios factores (características de los participantes, objetivos planteados, recursos y organización, etc.).

Un programa de estimulación está formado por un conjunto de actividades que tienen por objetivo la prevención de trastornos cognitivos (o frenar su evolución si ya existen) a través del entrenamiento de los procesos mentales implicados (memoria, atención, velocidad de procesamiento, etc).
Estos programas dotan a los participantes de estrategias que pueden utilizar en la vida cotidiana.

Componentes de los programas de estimulación de la memoria:
Relajación
Las técnicas de relajación ayudan a que alcancemos un estado favorable para memorizar y recuperar lo aprendido, por lo que facilitan el aprendizaje.
Normalmente se utilizan técnicas basadas en la respiración y relajación muscular (Relajación progresiva de Jacobson, 1938).
Mnemotécnicas
Las técnicas de memoria son procedimientos que facilitan el adecuado funcionamiento en las distintas fases de procesamiento de la información (registro, retención y recuerdo). Se basan en tareas que impliquen aprender y visualizar la información que debemos recordar de forma organizada y significativa, a través de diversas estrategias (asociación, visualización, organización, etc.).
Procesos cognitivos básicos
Frecuentemente  los déficits cognitivos implicados en los trastornos de memoria asociados a la edad se deben a la poca capacidad de atención. Cuando la atención que prestamos a las actividades cotidianas no es suficiente, impide que las realicemos eficazmente.
La dificultad para encontrar palabras no está directamente relacionada con la edad, sino con los procesos de habla y audición. A través de ejercicios de estimulación de la articulación podemos mejorar estas dificultades.
El entrenamiento en procesos como la atención (visual y auditiva) o el lenguaje han demostrado favorecer el recuerdo.
Otros procesos
Los programas de estimulación cognitiva suelen dedicar un tiempo a procesos como la percepción, la orientación espacial  y temporal, las funciones ejecutivas (organización y planificación) o el razonamiento. Algunos programas específicos de entrenamiento de la memoria también pueden incluir estos aspectos.

Verónica Lamadrid
Psicóloga Especialista en Intervención en Dificultades del Aprendizaje
Departamento de Psicología Educativa de CIPSA



martes, 30 de octubre de 2012

Cuando la enfermedad mental está 'fuera de lugar'

Artículo: Cuando la enfermedad mental está 'fuera de lugar', publicado en El Mundo Salud el 01/10/12

http://www.elmundo.es/elmundosalud/2012/10/01/neurociencia/1349110012.html

miércoles, 10 de octubre de 2012

El Poder y La Comunicación en las Relaciones de Pareja



Un importante aspecto que puede darnos la clave de porqué los procesos comunicacionales tiene tanta importancia parece encontrase en la manera en que la comunicación afecta a la dinámica y el manejo del poder dentro de las interacciones.


El poder en una relación matrimonial se refiere a la capacidad de uno de los individuos para influir y provocar pensamientos, emociones y acciones en su pareja (Fitzpatrick, 1988) y por supuesto esta dinámica ocurre en todo momento en las interacciones interpersonales en general y es un asunto de todos los días en las relaciones maritales en que se evidencia el lazo entre la comunicación y el uso del poder (Scudder y Andrews, 1995).
Es claro que hay muchos factores involucrados en la balanza de poder dentro de una relación matrimonial, desde algo tan concreto como el dinero (O´Conner, 1991) hasta algo tan abstracto como la ideología de género (Kingsburry y Scanzoni, 1989). De acuerdo con Feld y Urman-Klein (1993), esta probado que la percepción de desbalance en el poder marital es uno de los conflictos principales de los matrimonios.
Y la tendencia a la creación de relaciones igualitarias demanda de los miembros una mayor comunicación para que las decisiones sean tomadas con una influencia mutua dentro del matrimonio (Richmond, McCroskey y Roach, 1997). Richmond et al (1997) describen en su reseña medios develados por investigaciones con lo que los miembros de una pareja intentan balancear el poder de una manera más útil y satisfactoria para ambos. Hablan de desarrollo de síntomas psiquiátricos o agresión física y/o verbal como ejemplos de las maneras en que el miembro menos poderoso en algún aspecto de la relación balancea el poder a su favor. Citan en su trabajo a investigadores que concluyen que las parejas deben buscar una distribución más igualitaria del poder debido a la relación que encuentran con la satisfacción marital cuando esto sucede.
Nos parece que orientar la conclusión hacia la búsqueda de relaciones igualitarias porque algunos estudios reporten mayor satisfacción marital puede ser caer en el error de suponer que todas las parejas en todos los tiempos serían más felices en sus relaciones si tuvieran una distribución más igualitaria de poder. Creemos más adecuado decir que para las construcciones sociales de matrimonio que prevalecen en nuestra cultura occidental hoy en día es que estas premisas son ciertas.
 De cualquier manera lo relevante para nuestro propósito es subrayar la interacción entre el poder y la comunicación. Y como podemos ver, los diferentes estudios realizados nos muestran ideas que tienden a sostener el hecho de que la comunicación parece ser un proceso mediador en las relaciones de poder.
Una clasificación de los tipos de interacción de acuerdo con el uso del poder no muy nueva pero utilizada y citada por varios de los investigadores mencionados es la de French y Raven (1968) que fue en realidad concebida para el uso de la psicología industrial u organizacional.
Richmond et al (1997) la utilizan para relacionarla con una clasificación de estilos de toma de decisiones creada por Richmond y McCroskey (1979) tampoco muy reciente y también usada por la psicología organizacional. Los resultados son congruentes e interesantes y ofrecen un modelo que relaciona el poder con la comunicación de manera clara.
Exponemos a continuación las dos clasificaciones comentando aquellos aspectos relevantes en conexión con algunas de las otras investigaciones mencionadas en este apartado.
Existen cinco diferentes tipos de poder en la propuesta de French y Raven que dependen principalmente de la manera en que las personas se ven unas a otras dentro de una relación. Nótese que existe concordancia en este aspecto de la manera en que uno de los miembros ve al otro con aquellas explicaciones ya mencionadas sobre los procesos de adaptación en que las escaladas positivas o negativas entre los cónyuges están en relación con la interpretación que uno tiene de los actos del otro. Aquí se vuelve a tocar este elemento del significado de la acción del otro pero en un nivel más específico relativo a la construcción que la pareja hace del poder.
Los cinco tipos de poder son coercitivo, de recompensa, legítimo, referente y de experto.
El coercitivo es el poder derivado de la percepción de uno de los miembros de la pareja de que el otro miembro puede castigarlo si no se acomoda a sus deseos o influencia.
El de recompensa deriva de la percepción de que ante la conformidad de la influencia o deseo del otro habrá una recompensa.
El legítimo deriva de la idea que tiene un miembro de la pareja sobre el deber que tiene de obedecer o conformarse a la voluntad del otro en virtud de los derechos que el otro dentro de la relación.
El de referencia existe en virtud del afecto o admiración que hay hacia la pareja, entre más afecto haya más se tiende a la conformación al deseo del admirado.
 Y por último, el de experto que deriva de la idea que tiene uno de los miembros sobre la capacidad, experiencia o conocimiento del otro respecto de cierto tema lo que le hace conformarse a sus indicaciones.

Por otro lado, la tradicional clasificación de Richmond y McCroskey (1979) sobre los estilos de comunicación en toma de decisiones aplicada a la relación de pareja por Richmond et al (1997) se conforma de las siguientes categorías: decir, vender, consultar y unir.
La categoría de “decir” es aquel tipo de interacción en que la toma de decisiones es realizada por uno de los miembros y simplemente le dice al otro qué decisión ha tomado. Vender, es el estilo usado cuando uno de los miembros de la pareja toma la decisión por sí solo pero en lugar de sólo informarle a su compañero, le trata de persuadir de que es la mejor decisión, le vende la idea.
Consultar es el estilo en el que el miembro que toma las decisiones no lo hace sin antes consultar y ponderar las ideas y sugerencias de su pareja, aunque sigue teniendo la última palabra. Unir, acontece cuando no es uno de los miembros el que toma la decisión sino que la autoridad de la misma se comparte o incluso delega al otro miembro.
Existe una relación bastante aparente entre las circunstancias de aparición de poder y los estilos de comunicación en la toma de decisiones mostrados.
Esto se hace más claro si se nota que los mencionados estilos son en realidad puntos enfatizados dentro de un continuo que va del autoritarismo de quien ostenta algún tipo de poder para tomar decisiones al consenso de los involucrados para toma de decisión.
Evidentemente un extremo representa modelos de relación más tradicionalistas mientras que el otro tiende a representar las relaciones con interacciones y atribuciones de poder más igualitarias. Así mismo, en el primer extremo se trata de una interacción en la que la comunicación es prácticamente unilateral y no existe más que la preocupación y vela de los intereses del poderoso y el otro extremo se refiere a las interacciones en que los intereses de los dos miembros son considerados y la comunicación es interactiva y de dos vías.
Los resultados encontrados por Richmond y colaboradores (1997) indican que en esta época y bajo las circunstancias sociales que prevalecen en relación con el matrimonio la satisfacción marital reportada por cada miembro de un matrimonio se relaciona de manera directa con un estilo de comunicación y de toma de decisiones en que ambos miembros sean considerados y se relaciona también directamente con la existencia de un poder de referencia, esto es, una posición de poder derivada del afecto o admiración de la pareja por su compañero o compañera, sin distinciones de género.
El manejo de un poder coercitivo o de recompensa (a través de premios condicionados) fue inversa y negativamente asociado con la satisfacción marital de las parejas estudiadas.
Parece muy válido decir que los estilos y habilidades de comunicación son el centro de muchos esfuerzos de investigadores y terapeutas para prever y manejar la conflictiva matrimonial (Fowers, 1998), porque la comunicación y las habilidades que los integrantes de una pareja tengan para manejarla son el regulador del poder dentro de las interacciones y el conducto necesario para organizar las acciones individuales y conjuntas relativas a resolver los deseos, necesidades y expectativas –que hemos vista que suelen además estar en tensión- de uno y otro miembro. Por supuesto se agrega a esta idea el hecho de que, en nuestra opinión, las necesidades emocionales de compañía o intimidad de un ser humano parecen lógicamente pasar por actividades de comunicación y lenguaje.
Fowers (1998) define dos aspectos de conexión entre la comunicación y el matrimonio.
Primero que los sentimientos se desarrollan y mantienen por la comunicación de la pareja creando la sensación de intimidad.
Y segundo que la comunicación es la herramienta efectiva para lidiar con las dificultades inevitables de una vida en común.
La comunicación es considerada como el medio más importante para la felicidad en el matrimonio. Así pues, las habilidades en la comunicación efectivamente encuentran un justificado lugar en el trabajo e investigación de la vida marital.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Los Roles en la Relación de Pareja




¿Qué es lo que hace que una relación de pareja sea satisfactoria para cada miembro que la compone? Esta es una de esas preguntas para las que no existe una respuesta perfecta. Cada pareja, igual que cada individuo, es diferente, y el modo en que viven la relación depende de las particularidades de cada caso. 

Lo que es evidente  es que todas las personas desempeñamos, en nuestras relaciones sociales, determinados roles que vamos asumiendo en función de las experiencias que acumulamos.

La asunción de un rol como propio puede destruir el vínculo en la pareja. Los roles deben fluir de modo que se asuman solo cuando sea necesario, facilitando que ambos miembros de la pareja se sientan con permiso de manifestar sus necesidades.

Cuando uno siente que no puede representar cierto papel, que no tiene derecho a manifestar ciertos sentimientos, asume un rol de forma rígida. Las personas, a partir de las experiencias que los han transformado en quienes son, pueden asumir un rol determinado durante un periodo de tiempo, porque las necesidades de la pareja sean perentorias. Pero anclarse en ese rol, interpretar el papel de “fuerte”, de “débil”, etc., durante mucho tiempo, impide el crecimiento del vínculo y también el crecimiento de ambos miembros de la pareja, que dejan de ser ellos mismos para convertirse en protector y protegido, en fuerte y débil.

Permanentemente nos encontramos con retos que nos exigen un alto grado de compromiso y un desgaste emocional muy costoso. Es cierto que apoyarse en la pareja resulta reconfortante y necesario, pero ambos miembros deben tomar conciencia de ellos mismos y de los roles que asumen para no enquistarse en ellos y para dar permiso al otro para que cambie de postura, para flexibilizar las etiquetas e intercambiarlas. 

Ese “toma y daca”, deja crecer el vínculo de forma sana y permite a cada miembro de la pareja disponer del espacio para ser creativos, para sí mismo y para el vínculo que están construyendo activamente.
Para que el vínculo de la pareja se mantenga sano, sólido y feliz, es necesario permitir al otro ser quién es, quien necesita ser y, por qué no, quien sueña ser. 

Y, en ese vuelo libre, cuando somos conscientes de nosotros mismos, elegimos regresar al espacio compartido, el que creamos juntos, porque también encontramos sentido al camino que estamos recorriendo.
Es inevitable asumir roles en la pareja en determinados momentos; a veces porque necesitamos asumirlos y otras veces porque comprendemos que es necesario ejercerlos. ¿Cómo hacer para no transformarnos en el rol que asumimos?

 La clave está en el diálogo permanente, en la petición al otro, en la observación de las necesidades: las propias, las de la pareja y las del vínculo que nos une.

La rigidez en los roles impide el diálogo profundo sobre las necesidades de todos.
Por ejemplo, al asumir el rol de “protector”, estoy dando por sentado lo que tú necesitas y no hace falta preguntarte; por supuesto, además, tú sabes que, como te protejo, no me hace falta nada, así que tú tampoco preguntas. 

Pero, ¿qué ocurre con el vínculo en este caso? Si fijamos los roles de forma rígida, el vínculo emocional es el que queda abandonado. Y una planta tan delicada necesita agua casi a diario. Es resistente en muchos casos, y tarda mucho en morir, pero sin duda sus flores se marchitan con facilidad, si solo existo yo o si solo existes tú. Construir un espacio donde los tres podamos desarrollarnos es el reto de estar en pareja, el verdadero desafío de construir una vida juntos.

Construir un vínculo de intimidad con tu pareja implica abandonar muchos de los preceptos individualistas para entrar a formar parte de una ecuación ilógica en la que la suma de dos individuos tiene como resultado tres.
No se trata de renunciar al individuo que eres, sino de compartir lo que eres y lo que deseas ser. Se trata de aprender a pedir sin exigir, a abrazar sin asfixiar, a estar dispuesto a renunciar con la esperanza de que me elijas cada día.

Y esto es algo muy difícil si primero no he conseguido construirme a mí mismo en un marco de auto-confianza y autoestima ajustadas. Cuando no tengo la autoestima en niveles adecuados, no voy a poder confiar en que me elijas, y entonces pretenderé agarrarte y tenerte a mi lado a toda costa, no dejando que seas quien quieras ser, y asfixiando el vínculo. 

En este sentido, aferrarse puede suponer la muerte de la pareja, mientras que aprender a soltar será la primera solución. No se puede entender la existencia de una pareja sana y creativa, que permite crecer, si uno de los dos aprisiona al otro con sus propias inseguridades, generando culpa, insatisfacción o incluso ira dentro de la pareja.

Uno de los roles más asumidos en una pareja es el rol de “luchador”. Cuando uno asume la carga, por sí solo, de luchar para que una relación funcione, acaba ocurriendo que se cansa o se quema, o bien acaba magullado por un gran número de cicatrices abiertas, cuyo origen no consigue recordar.
Muchas personas están tan enamoradas de la idea de estar en pareja, de compartir su vida, que no se plantean si la persona con la que viven esa historia es la que realmente quieren para sí mismas. Y luchan y pelean por la relación, no queriéndose dar cuenta del daño que producen en el vínculo.

¿Qué rol puede asumir el otro miembro de la pareja ante este comportamiento “luchador”?

 Lo más común, y como ocurre en todos los sistemas que se mantienen en el tiempo y que funcionan (aunque sean disfuncionales), es que se acomode y se acostumbre a que sea el otro el que empuje por los dos. Pero decíamos que las cosas tienen que fluir porque no se puede empujar el río contracorriente.

El resultado de mantenerse en esos dos roles es la insatisfacción de los dos miembros de la pareja, que van acumulando reproches en silencio hasta que uno de los dos no pueden aguantar más y lo expresa.
Las formas de expresión pueden ser diversas y dependen también de cuánto tiempo se hayan mantenido las posturas y roles rígidos y el impacto que esto haya tenido sobre la autoestima de cada uno. Desgraciadamente, la falta de diálogo hace que la expresión emocional de las propias necesidades aparezca como fuera de lugar. 

En un caso extremo, la psicopatología puede ser el resultado que provoque un cambio de paradigma en la pareja. Ahora los roles son los opuestos: tú que me protegías necesitas que te proteja, y yo, que era protegido, asumo tu protección. Se vuelve a una nueva fase de “estabilidad inestable”, en la que el vínculo está ya herido de muerte.
No obstante, la relación puede durar años así construida, llenándose de sentimientos de deuda (”con lo que hizo por mi…”, “me lo debe, por lo mucho que me esforcé…”), culpa, malestar e ira.

Construir la relación de forma sana implica, como decía, dejar espacio para los tres, de modo que todos puedan crecer: los dos individuos y el vínculo que han elegido construir.
Y la base para que así sea, será, sin duda, el diálogo. Un diálogo flexible, que de permiso a sentir toda clase de emociones, que permita el intercambio de roles, y en la que haya la libertad de pedir lo que necesito sin esperar a que el otro se de cuenta por sí solo.

Desde que somos pequeños nos educan en continuas incongruencias que configuran una forma de establecer vínculos en determinados ámbitos. Tenemos ejemplos de cómo es estar en pareja a nuestro alrededor que van ofreciéndonos ideas sobre cuáles son los roles que tendremos que asumir más adelante. Pero también los medios de comunicación nos influyen notablemente, desde la más tierna infancia, configurando una imagen de cómo queremos que sean las cosas y, más allá, de cómo deben ser: perfectas. Y luego esperamos que sean así.

El problema empieza muy pronto, cuando comenzamos a comprobar que no recibo lo que necesito por mí mismo y que mi pareja no se da cuenta tampoco. 

La idea “romántica” que presupone que “si me quiere, sabrá lo que necesito“, está muy extendida. Y es cierto que la mayoría de las personas no observa a los demás (ni a su pareja), los gestos, el rostro, los ojos…, pero tampoco podemos pretender que lo adivinen. La única solución es sencilla: pídelo. Facilita el “darse cuenta”, provoca un cambio para que el vínculo crezca sano. No se trata de cambiar por ti, sino de conseguir que el vínculo siga floreciendo.

jueves, 13 de septiembre de 2012

¿ En qué consiste la Mediación Familiar ?



La Mediación Familiar es un procedimiento estructurado y no invasivo, encaminado a la gestión y resolución de conflictos que se producen entre dos o más personas, cuando la ruptura total de las relaciones y la pérdida absoluta de la comunicación no es una opción viable, pues existen intereses que subsisten. De esta forma, la ruptura de la pareja no supone la extinción de la familia, sino que el grupo familiar se reestructura y pasa a regularse por unas nuevas normas acordes a la nueva situación.
Son características del proceso de mediación familiar, la apertura de vías de comunicación entre las personas en conflicto o “tender puentes”. Este procedimiento utiliza herramientas que provienen de otros ámbitos de la terapia psicológica y puede resultar en sí mismo terapéutico, pero no es terapia y no va encaminado a la reconciliación de la pareja.
La Mediación Familiar es un procedimiento estructurado, pero también es un proceso flexible y se desarrolla al margen del procedimiento judicial, ya sea como alternativa o ya sea paralizando el proceso judicial ya iniciado hasta el término de la mediación. Se trata de un sistema no adversarial, cooperativo, en el que se persigue la apertura de vías de comunicación suficientes para pacificar el conflicto y salvaguardar intereses superiores a los propios de las partes participantes, como son el interés de los hijos y el resto de los familiares implicados en las relaciones emocionales. Y otros intereses, como la dignidad de cada una de las partes o la convivencia pacífica y harmoniosa.
El procedimiento de Mediación Familiar se desarrolla además bajo el principio de la voluntariedad, es decir, el sometimiento a mediación familiar es exclusivamente voluntad de las partes, y han de consentir ambas partes.
Además, el mediador o mediadora ha de mantener de forma casi escrupulosa una equidistancia entre las partes y con el objeto o circunstancias de la mediación, es decir, ha de ser neutral e imparcial. Esto quiere decir que el mediador no puede tomar partido por ninguna de las partes en conflicto, aunque sí que puede y debe equilibrar situaciones descompensadas, para colocar a ambas partes en una situación equilibrada para poder negociar y tomar decisiones. Y debe ser neutral, es decir, el asunto que se somete a mediación no es asunto del mediador, no ha de tener ninguna relación con el mediador, y éste, no tiene ningún interés en que la mediación se resuelva en ningún sentido en concreto.
Todos los asuntos así como el desarrollo, las sesiones, nombres, etc. relacionados con la Mediación Familiar deben ser consideradas confidenciales, lo que significa que la persona que media no debe revelar ninguna información que haya obtenido durante el procedimiento o con ocasión del mismo, a menos que obtenga el consentimiento expreso de ambas partes o que así lo requiera la legislación nacional. Se establece la idea de que la persona mediadora no puede estar obligada a redactar informes en los que se refleje el contenido de las discusiones llevadas a cabo durante el procedimiento. No obstante, esta confidencialidad no es absoluta, por un lado, las partes pueden acordar que la información obtenida durante el proceso pueda ser utilizada en un proceso judicial posterior.
Es un procedimiento que funciona muy bien en conflictos por la separación de la pareja, en que el fin de la pareja no va a suponer el fin de la familia. Pero también se utiliza para resolver otros conflictos como los que surgen por cambios en la situación familiar: herencias, cambios de trabajo, conflictos evolutivos con hijos adolescentes… Es decir, que la Mediación Familiar está especialmente indicada para gestionar todo tipo de conflictos en que se dé la característica de “familiar”, relaciones económico-jurídicas en las que además, se dé esta característica, que las personas relacionadas forman parte de un grupo familiar en sentido amplio. Ya que el procedimiento de mediación familiar toma en cuenta y gestiona las emociones y situaciones que nacen de lo familiar, no sólo de lo económico-jurídico. Por tanto, se puede derivar a Mediación Familiar todo conflicto que nace de una relación familiar, o algún aspecto del conflicto sobre el que no hay acuerdo.



                                            Jose Ángel García
Unidad de Medicación Familiar y Resolución de Conflictos de CIPSA