Un importante aspecto que puede darnos la clave de porqué los procesos comunicacionales tiene tanta importancia parece encontrase en la manera en que la comunicación afecta a la dinámica y el manejo del poder dentro de las interacciones.
El poder en una relación matrimonial se refiere a la
capacidad de uno de los individuos para influir y provocar pensamientos,
emociones y acciones en su pareja (Fitzpatrick, 1988) y por supuesto esta
dinámica ocurre en todo momento en las interacciones interpersonales en general
y es un asunto de todos los días en las relaciones maritales en que se
evidencia el lazo entre la comunicación y el uso del poder (Scudder y Andrews,
1995).
Es claro que hay muchos factores involucrados en la
balanza de poder dentro de una relación matrimonial, desde algo tan concreto
como el dinero (O´Conner, 1991) hasta algo tan abstracto como la ideología de
género (Kingsburry y Scanzoni, 1989). De acuerdo con Feld y Urman-Klein (1993),
esta probado que la percepción de desbalance en el poder marital es uno de los
conflictos principales de los matrimonios.
Y la tendencia a la creación de relaciones igualitarias
demanda de los miembros una mayor comunicación para que las decisiones sean
tomadas con una influencia mutua dentro del matrimonio (Richmond, McCroskey y
Roach, 1997). Richmond et al (1997) describen en su reseña medios develados por
investigaciones con lo que los miembros de una pareja intentan balancear el
poder de una manera más útil y satisfactoria para ambos. Hablan de desarrollo
de síntomas psiquiátricos o agresión física y/o verbal como ejemplos de las
maneras en que el miembro menos poderoso en algún aspecto de la relación
balancea el poder a su favor. Citan en su trabajo a investigadores que
concluyen que las parejas deben buscar una distribución más igualitaria del
poder debido a la relación que encuentran con la satisfacción marital cuando
esto sucede.
Nos parece que orientar la conclusión hacia la búsqueda
de relaciones igualitarias porque algunos estudios reporten mayor satisfacción
marital puede ser caer en el error de suponer que todas las parejas en todos
los tiempos serían más felices en sus relaciones si tuvieran una distribución
más igualitaria de poder. Creemos más adecuado decir que para las
construcciones sociales de matrimonio que prevalecen en nuestra cultura
occidental hoy en día es que estas premisas son ciertas.
De cualquier
manera lo relevante para nuestro propósito es subrayar la interacción entre el
poder y la comunicación. Y como podemos ver, los diferentes estudios realizados
nos muestran ideas que tienden a sostener el hecho de que la comunicación
parece ser un proceso mediador en las relaciones de poder.
Una clasificación de los tipos de interacción de
acuerdo con el uso del poder no muy nueva pero utilizada y citada por varios de
los investigadores mencionados es la de French y Raven (1968) que fue en
realidad concebida para el uso de la psicología industrial u organizacional.
Richmond et al (1997) la utilizan para relacionarla con
una clasificación de estilos de toma de decisiones creada por Richmond y
McCroskey (1979) tampoco muy reciente y también usada por la psicología
organizacional. Los resultados son congruentes e interesantes y ofrecen un
modelo que relaciona el poder con la comunicación de manera clara.
Exponemos a continuación las dos clasificaciones
comentando aquellos aspectos relevantes en conexión con algunas de las otras
investigaciones mencionadas en este apartado.
Existen cinco diferentes tipos de poder en la propuesta
de French y Raven que dependen principalmente de la manera en que las personas
se ven unas a otras dentro de una relación. Nótese que existe concordancia en
este aspecto de la manera en que uno de los miembros ve al otro con aquellas explicaciones
ya mencionadas sobre los procesos de adaptación en que las escaladas positivas
o negativas entre los cónyuges están en relación con la interpretación que uno
tiene de los actos del otro. Aquí se vuelve a tocar este elemento del
significado de la acción del otro pero en un nivel más específico relativo a la
construcción que la pareja hace del poder.
Los cinco tipos de poder son coercitivo, de recompensa,
legítimo, referente y de experto.
El coercitivo es el poder derivado de la percepción de
uno de los miembros de la pareja de que el otro miembro puede castigarlo si no
se acomoda a sus deseos o influencia.
El de recompensa deriva de la percepción de que ante la
conformidad de la influencia o deseo del otro habrá una recompensa.
El legítimo deriva de la idea que tiene un miembro de
la pareja sobre el deber que tiene de obedecer o conformarse a la voluntad del
otro en virtud de los derechos que el otro dentro de la relación.
El de referencia existe en virtud del afecto o
admiración que hay hacia la pareja, entre más afecto haya más se tiende a la
conformación al deseo del admirado.
Y por último, el
de experto que deriva de la idea que tiene uno de los miembros sobre la
capacidad, experiencia o conocimiento del otro respecto de cierto tema lo que
le hace conformarse a sus indicaciones.
Por otro lado, la tradicional clasificación de Richmond y McCroskey (1979) sobre los estilos de comunicación en toma de decisiones aplicada a la relación de pareja por Richmond et al (1997) se conforma de las siguientes categorías: decir, vender, consultar y unir.
Por otro lado, la tradicional clasificación de Richmond y McCroskey (1979) sobre los estilos de comunicación en toma de decisiones aplicada a la relación de pareja por Richmond et al (1997) se conforma de las siguientes categorías: decir, vender, consultar y unir.
La categoría de “decir” es aquel tipo de interacción en
que la toma de decisiones es realizada por uno de los miembros y simplemente le
dice al otro qué decisión ha tomado. Vender, es el estilo usado cuando uno de
los miembros de la pareja toma la decisión por sí solo pero en lugar de sólo
informarle a su compañero, le trata de persuadir de que es la mejor decisión,
le vende la idea.
Consultar es el estilo en el que el miembro que toma
las decisiones no lo hace sin antes consultar y ponderar las ideas y
sugerencias de su pareja, aunque sigue teniendo la última palabra. Unir,
acontece cuando no es uno de los miembros el que toma la decisión sino que la
autoridad de la misma se comparte o incluso delega al otro miembro.
Existe una relación bastante aparente entre las
circunstancias de aparición de poder y los estilos de comunicación en la toma
de decisiones mostrados.
Esto se hace más claro si se nota que los mencionados
estilos son en realidad puntos enfatizados dentro de un continuo que va del
autoritarismo de quien ostenta algún tipo de poder para tomar decisiones al
consenso de los involucrados para toma de decisión.
Evidentemente un extremo representa modelos de relación
más tradicionalistas mientras que el otro tiende a representar las relaciones
con interacciones y atribuciones de poder más igualitarias. Así mismo, en el
primer extremo se trata de una interacción en la que la comunicación es
prácticamente unilateral y no existe más que la preocupación y vela de los
intereses del poderoso y el otro extremo se refiere a las interacciones en que
los intereses de los dos miembros son considerados y la comunicación es
interactiva y de dos vías.
Los resultados encontrados por Richmond y colaboradores
(1997) indican que en esta época y bajo las circunstancias sociales que
prevalecen en relación con el matrimonio la satisfacción marital reportada por
cada miembro de un matrimonio se relaciona de manera directa con un estilo de
comunicación y de toma de decisiones en que ambos miembros sean considerados y
se relaciona también directamente con la existencia de un poder de referencia,
esto es, una posición de poder derivada del afecto o admiración de la pareja
por su compañero o compañera, sin distinciones de género.
El manejo de un poder coercitivo o de recompensa (a
través de premios condicionados) fue inversa y negativamente asociado con la
satisfacción marital de las parejas estudiadas.
Parece muy válido decir que los estilos y habilidades
de comunicación son el centro de muchos esfuerzos de investigadores y
terapeutas para prever y manejar la conflictiva matrimonial (Fowers, 1998),
porque la comunicación y las habilidades que los integrantes de una pareja
tengan para manejarla son el regulador del poder dentro de las interacciones y
el conducto necesario para organizar las acciones individuales y conjuntas
relativas a resolver los deseos, necesidades y expectativas –que hemos vista
que suelen además estar en tensión- de uno y otro miembro. Por supuesto se
agrega a esta idea el hecho de que, en nuestra opinión, las necesidades
emocionales de compañía o intimidad de un ser humano parecen lógicamente pasar
por actividades de comunicación y lenguaje.
Fowers (1998) define dos aspectos de conexión entre la
comunicación y el matrimonio.
Primero que los sentimientos se desarrollan y mantienen
por la comunicación de la pareja creando la sensación de intimidad.
Y segundo que la comunicación es la herramienta
efectiva para lidiar con las dificultades inevitables de una vida en común.
La comunicación es considerada como el medio más
importante para la felicidad en el matrimonio. Así pues, las habilidades en la
comunicación efectivamente encuentran un justificado lugar en el trabajo e
investigación de la vida marital.
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