En los últimos años el divorcio se
ha convertido en un hecho corriente. Muchos niños/as conocen lo que supone esta
situación, bien por haberla vivido en su familia o a través de las familias de
algunos de sus amigos.
La infelicidad no puede ocultarse
ante los niños/as, pequeños o mayores. Son conscientes de que algo va mal entre
sus padres. Pero intentamos ocultarles la realidad por tres razones
básicamente:
.-la primera es que
podemos estar demasiado absortos en nuestro propio malestar personal;
.-la segunda es
partir del supuesto de que los hijos/as son incapaces de entender esta
situación;
.-y la tercera es
retrasar lo más posible una situación que puede activar en nosotros un
sentimiento de culpabilidad.
Los niños/as sí
pueden entender el significado de la crisis a su modo y dependiendo de su edad
y nivel de madurez. La palabra “divorcio” no forma parte del vocabulario de la
mayoría de los niños/as pequeños. Sin embargo, son conscientes de que algo va
mal entre sus padres (tonos altos de voz, miradas entre sus padres cuando están
enfadados, silencios duraderos,…).
1. INFORMAR A LOS
NIÑOS/AS lo más INMEDIATAMENTE posible tras haber tomado una decisión
definitiva y HACERLO EN UN AMBIENTE FAMILIAR, en casa preferentemente.
Retrasar la noticia
hace más fácil que se enteren a través de una persona no adecuada en un lugar
no adecuado y de la forma menos recomendable. Uno de los problemas que tienen
los niños es que no saben la causa por la que sus padres lo guardan en secreto.
Cuando se evita hablar del tema, los niños lo magnifican y cambian la realidad
por fantasía y por defensas psicológicas.. La peor noticia real es preferible a
la incertidumbre. Si puede ponerse nombre a una situación, ésta es más fácil de
manejar.
2. Es preferible
que AMBOS PADRES ESTÉN PRESENTES. Esto tiene varios objetivos.
Reduce la
posibilidad de que uno de los cónyuges culpe al otro de la situación. Esto
ocurre a menudo: “Tu padre nunca se ha preocupado de mi”, “Tu madre es una
egoísta y solo piensa en sí misma”,… No hablar con el niño/a de los aspectos
negativos de la otra parte de la pareja. Esto es algo que afecta principalmente
a la pareja pero no a la relación entre padres e hijos. No hablar mal del otro
y centrarse en los aspectos positivos que tiene como padre/madre favorece la
seguridad del niño. Esto lo tomaremos en cuenta, no solo a la hora de informar
de la separación sino para el resto de las interacciones a largo plazo. Cuando uno hace a otro responsable de la
ruptura, los niños se ven obligados a la dolorosa postura de tomar partido. De
ahí surge una competición para conseguir el afecto de los hijos y estos son
“utilizados” en el conflicto como medio para trasmitir desprecio de uno a otro
de los padres. Esto conduce a incrementar la inseguridad de los niños.
Otro de los
objetivos es que el niño/a perciba que ambos padres tienen un interés mutuo y
compartido por él o ella y su bienestar
3. INFORMAR CON
SENCILLEZ, SINCERIDAD Y TERNURA, sin agobiar a los niños/as con excesivos
detalles, pero sin aislar tampoco un único problema y simplificarlo. En lugar
de citar una letanía de problemas es mejor marcar una falta de armonía
en la pareja, Por ejemplo:
“Nos has venido observando hace mucho
tiempo y has visto que papá y mamá no están como antes, que papá no está en
casa y que casi no hablamos ni nos vemos”.
“No se si te has dado cuenta, pero papá y mamá
ya no están bien juntos y van a vivir separados”
También se puede empezar la exposición haciendo algunas preguntas a los
niños/as: “¿Sabes que papá y mamá han estado tristes durante mucho
tiempo…¿te has dado cuenta?”. Dejar hablar a los niños para entender su
percepción de la situación.
4. NO UTILIZAR
ABSTRACCIONES NI EUFEMISMOS.
Por ejemplo: “Papá
(o mamá) se han ido a un largo viaje”
5. PENSAR DE
ANTEMANO QUE PREGUNTAS PUEDE HACERNOS NUESTRO HIJO:
“¿En dónde
viviré?”, “¿Con quien viviré?”, “¿Cuándo podré visitarte?”,…. Aunque no sepamos aún los detalles, los niños/as han de saber que se
les informará del desarrollo de los acontecimientos… Reconocer que no tenemos
respuesta para todo si no sabemos alguno de estos aspectos. Si el niño/a no
pregunta, se le puede informar igualmente.
6.DEJAR QUE NUESTRO HIJO EXPRESE SUS SENTIMIENTOS.
Sentir es uno de
los derechos fundamentales de las
personas. Darles la oportunidad de expresar sus genuinas emociones, de hablar,
de hacer preguntas y de manifestar sus miedos y ansiedades.
Las reacciones
podrán ser variadas e incluso contradictorias e impredecibles. La reacción más
frecuente es el llanto. Es una emoción natural y la forma infantil de expresar
necesidad, dolor e incomodidad. A través del llanto liberan sus emociones
negativas internas. No desanimar a los hijos/as a que lloren con frases como “¡sé
valiente!”, “los chicos no lloran!”… Si retiene su pena es más fácil que la
exprese posteriormente de forma explosiva o a través de conductas violentas,
orinarse en la cama, ir mal en el colegio,…
Tampoco hay que
pedir a los hijos/as que expresen lo que no sienten. No han de reaccionar de
una forma concreta (algunos lloran y otros no). Los niños/as expresaran los
sentimientos adecuados a sus necesidades. Algunas veces reaccionan como si nada
hubiera pasado, sin una respuesta inmediata, porque les es difícil aceptar esta
situación y a veces, tras un periodo de
tiempo variable puede aparecer hostilidad. Si esto ocurre se les responderá con
paciencia y respecto, por ejemplo: “Yo sé que te duele oír esto. Puedo
entender lo enfadado que debes estar. Tienes buenas razones para ello”.
Tampoco decirle:
“Ahora eres el hombre de la casa” (si es chico) ni darles responsabilidades
que no son propias de la edad (para ambos sexos: no sustituyen a la pareja).
No nos
olvidemos expresar nuestras propias
emociones (incluido el llanto)
7. ES POSIBLE QUE
LOS NIÑOS SE SIENTAN CULPABLES.
Hay que dejarles
claro que nada de lo que digan o hagan hará que sus padres vuelvan a convivir,
y que no es posible porque ellos no son la causa de lo ocurrido. Repetirle que
aunque no seamos felices como pareja, la relación con él como hijo no va a
cambiar, ni tampoco los sentimientos. El divorcio es entre padre y madre, no
entre padres e hijos.
8. PROCURAR QUE NO
OCURRAN GRANDES CAMBIOS EN UN MOMENTO CERCANO A LA RUPTURA, por ejemplo evitar
cambios de colegio, de vivienda, cambios de conducta como dormir solos cuando
lo hacían acompañados, incluso integrar sólidos en su alimentación o alimentos
nuevos. Sumar factores estresantes provoca más ansiedad en los niños de forma
innecesaria.
9. SI ALGUNO DE LOS
PADRES NO MUESTRA INTERÉS POR EL HIJO, MANIFESTARLO:
“Ahora está
preocupado/a por su propia vida y no nos llamará ni nos visitará”. Cuidado con negativizar al padre/madre despreocupado. Preguntarse que
consegiríamos con eso.
10. SI EL NIÑO NOS
MANIPULA, evitar ser demasiado indulgentes para reducir nuestro propio
sentimiento de culpabilidad. Por ejemplo si nos dice que no nos quiere, se
podría responder: “Yo sí te quiero. Se que ahora está triste y/o furioso/a y tienes tus razones. Las cosas
no han salido como tú querías”.
11. CREAR UN FRENTE COMÚN.
Podemos llegar a ser excesivamente
permisivos con el niño/a para reducir nuestra propia culpabilidad. Una
educación demasiado indulgente, igual que una demasiado dura, son extremos no
adecuados. Procurar estar de acuerdo en el mantenimiento de ciertas normas y en
las modificaciones de conducta que van a realizarse, para formar un frente
común que, además de posibilitar el éxito en la implantación de las normas, favorece
que el niño/a compruebe y se asegure de que las funciones de madre y padre se
mantienen. Por ejemplo, si el niño/a van a empezar a dormir en su propia cama
ha de ser en casa de ambos progenitores... Si tiene una hora de entrada, que
sea la misma en ambos casos, ... etc.
12. Recordar que SI SE CREA UNA NUEVA
PAREJA, no hay que compararlo con la anterior. Procurar llamar a la nueva pareja por el nombre de
pila y no “papá” o “mamá”.
13. ES POSITIVO
PARA EL HIJO QUE PUEDA VER A AMBOS PADRES CON ASIDUIDAD. Las llamadas
frecuentes son positivas ya que hace ver al niño/a que su padre/madre lo tienen
presente. A veces pueden reaccionar mal ante las llamadas porque les hace tener
presente que el padre/madre no están en casa, pero esto, a la larga, le ayudará
a superar y aceptar esta situación.
14. MANTENER LAS
VISITAS MÍNIMAS ESTABLECIDAD DE FORMA JUDICIAL, aunque el niño se niegue a
visitar al progenitor que no tiene la custodia. En caso de que el nº de visitas
o encuentros paterno-filiales se redujeran de forma crónica procurar que sea de
una forma progresiva. Si la reducción es temporal informar al niño/a las causas
y mantener contacto telefónico
15. MANTENER AL
COLEGIO INFORMADO por si aparecen cambios en su conducta, por ejemplo
comportamiento hostil, menor rendimiento escolar, ansiedad de la
separación, falta de control de
esfínteres, desobediencia,...
Ángela Carrera Camuesco
Psicóloga Especialista en Psicología Clínica
Directora de CIPSA
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