lunes, 4 de mayo de 2015

Posicionamiento sobre la sentencia del Tribunal de Justicia Europeo sobre homosexualidad masculina y donación de sangre




Cuando creíamos que en Europa derechos sexuales consolidados mediante normativas y directrices contra la discriminación de las personas por razones de orientación e identidad sexual —como el derecho universal a la equidad sexual, que se opone a todas las forma de discriminación independientemente de sexo, género, orientación sexual, edad, raza, clases social, religión o limitación física o emocional—, nos sobresaltamos, de nuevo, cuando el Tribunal de Justicia Europeo dicta una sentencia que permite excluir a los hombres homosexuales de la posibilidad de donar sangre; avalando que cualquier estado miembro de la Unión Europea pueda establecer una excepción permanente con hombres que hayan mantenido relaciones sexuales con otros hombres, por el alto riesgo de contraer enfermedades infecciosas por transmisión sexual. Dando por hecho que los hombres homosexuales, por el mero hecho de su orientación sexual, realizan prácticas de riesgo por las que obligatoriamente pueden padecer enfermedades que pongan en riesgo a otras personas receptoras de su sangre.
 
Esta sentencia, basada en cuestiones ideológicas que no científicas, supone, de nuevo, un gran paso hacia atrás en la igualdad social y en la lucha por la no discriminación de las personas por razón de su orientación sexual. La sentencia discriminatoria se sustenta en el viejo concepto de grupo de riesgo, que condena una orientación y no un comportamiento.
 
El nuevo concepto científico que defienden los profesionales de la salud en general y de la sexología en particular, así como las principales Organizaciones internacionales y nacionales de profesionales de Sexología, como la WAS, FLASSES, EFS, Academia Española de Sexología y Medicina Sexual y Asociación de Especialistas en Sexología, entre otras, es que no hay grupos de riesgo sino comportamientos de riesgo y, de hecho, los datos epidemiológicos aportados en los últimos años así lo indican.
 
Evidencias científicas y epidemiológicas                                                                     sobre las Infecciones de transmisión sexual
 
Las infecciones de transmisión sexual (ITS) son comunes en los países desarrollados, siendo las prácticas sexuales de riesgo, como realizar coitos sin protección con diferentes parejas las que condujeron comúnmente a contraer cualquier infección de transmisión sexual (1).
 
Hay estudios epidemiológicos que han revisado las ITS más comunes en adolescentes (2) y, en sus resultados resaltan que la infección por Clamidias es de frecuente ocurrencia, mucho más que la infección por Gonorrea, pero ambas son de particular importancia porque pueden causar la enfermedad inflamatoria de la pelvis. Por otro lado, las Tricomonas es un marcador significativo para el riesgo de contraer otras infecciones de transmisión sexual y porque está asociado con las complicaciones del embarazo y con el incremento del riesgo de transmisión del virus de la inmunodeficiencia humana (VIH).
 
La infección por el virus del Herpes genital también es un común hallazgo en adolescentes, de la misma manera que el virus del Papiloma Humano (HPV) está ampliamente diseminado en este grupo de población, aunque las consecuencias graves, como el cáncer genital, son raras en estas edades.
 
A pesar de los avances y esfuerzos realizados en prevención y tratamiento de las infecciones de transmisión sexual, éstas siguen siendo una causa importante de morbilidad en todos los países. En Estados Unidos, los Centros para la Prevención y el Control de enfermedades, estiman que aparecen 19 millones de casos nuevos cada año y que, al menos la mitad de los mismos, ocurren en personas de una edad comprendida entre los 15 y los 24 años. Habiendo un incremento constante, tanto por infecciones bacterianas como víricas, a excepción del VIH, que ha permanecido constante en los últimos 5 años (3).
 
Según los datos actualizados a 30 de junio de 2014 sobre vigilancia epidemiológica del VIH/SIDA del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, la tasa global de nuevos diagnósticos de VIH en España están en niveles similares a los de otros países de Europa occidental. El 80% de los nuevos casos de VIH del año 2013 en España tuvieron un origen en la transmisión sexual y las relaciones sexuales no protegidas entre hombres ocuparon el primer lugar en cuanto al mecanismo probable de infección. Entre los hombres, las transmisión en hombres que practican sexo con hombres supuso el 60.2% y la transmisión heterosexual, el 19.4%. Entre las mujeres, la transmisión heterosexual supuso la gran mayoría de los nuevos diagnósticos con un 80.3%. Ahora bien, durante el periodo 2008-2013, el diagnóstico tardío no disminuyó en ninguna categoría de transmisión, pero las cifras en hombres que mantenían sexo con hombres fueron mucho menores, aunque con tendencia creciente que en el resto de categorías por mecanismos de transmisión (4).
 
Los hallazgos encontrados en la evidencia científica sugieren que los programas preventivos sobre fomentar actitudes positivas hacia las prácticas de sexo seguro pueden ayudar a impedir la adquisición de infecciones de transmisión sexual (5).
 
 
Felipe Hurtado
Académico Permanente y Tesorero de la Academia Española de Sexología y Medicina Sexual
 
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Sangani P, Rutherford G, Wilkinson D. Population-based interventions for reducing sexually transmitted infections, including HIV infection. Cochrane Database Syst Rev. 2004; (2):CD001220.
 
Risser Wl, Bortot AT, Benjamins LJ, Feldman JM, Barratt MS, Eissa MA, et al. The epidemiology of sewually transmitted infections in adolescents. Semin Pediatr Infect Dis. 2005; 16(3):160-7.
 
Lin JS, Whitlock E, O’Connor E, Bauer V. Behavioral counseling to prevent sexuallly transmitted infections: A systematic review for the U.S. Preventive Services Task Force. Ann Intern Med. 2008; 149(7):497-508.
 
 
Crosby RA, Danner F. Adolescents’ transmitted disease protective attitudes predict sexually transmitted disease acquisition in early adulthood. J Sch Health. 2008; 78(6):310-313.
 

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