miércoles, 29 de abril de 2015

El derecho a la pataleta



Actualmente nos dicen a todas horas, y en todas partes, que tenemos que ser felices. Sí o sí. Todo el día con este peso encima. Parece que si no eres feliz, eres un bicho raro. Y, a veces, cuesta mucho ser feliz. La felicidad es una actitud, más que una situación. Todos tenemos miedos, carencias, debilidades, inseguridades… y quien lo niegue, quiere creerse una imagen de sí mismo poco acertada.
Hoy impera la imagen de un escaparate perfecto, lo que nos lleva a pensar que si aceptamos una debilidad esto implica que hemos fracasado. Y eso, está muy mal visto.
 
La única forma de hacernos fuertes, de conseguir lo que queremos y de transitar por un camino feliz, es quitarnos la coraza. Gracias a la aceptación de nuestros puntos débiles, de lo que nos hace vulnerables, aunque parezca mentira.
Tenemos que encontrar el EQUILIBRIO entre la víctima y la perfección. No hay fracasos, sólo resultados. Mostrar nuestra debilidad no nos hace más vulnerables, sino más fuertes, porque para mostrarla, antes tendremos que reconocerla y aceptarla. Y sólo así podremos mejorar.
 
Lo contrario de vulnerabilidad no es fortaleza, sino dureza, incluida del alma y de las emociones. Si nos endurecemos para no sentir dolor, también lo hacemos para no sentir el amor y la parte amable de la vida.
La felicidad consiste en aceptarnos y querernos en la totalidad de lo que somos: fuertes y vulnerables al mismo tiempo. Ni víctimas, ni héroes imbatibles. Y recordando siempre la gran noticia: podemos cambiar.
 
Hace unos días, oía a un personaje de televisión que había ganado un concurso, diciendo: “Yo soy así. A quien le guste bien, y a quien no…”. O sea, que justificaba su falta de educación, su falta de respeto por los demás, su orgullo, su prepotencia, en que había nacido así. Sólo quien no quiere cambiar utiliza esta excusa.
Podemos hacerlo. Podemos convertirnos en nuestra mejor versión. Y eso pasa también por darnos algunos días de descanso en el entrenamiento, el derecho a la pataleta. Hoy me quejo, lloro, me enfado con todo y con todos, acepto que soy vulnerable y me doy permiso para serlo. Y mañana, sigo adelante trabajando en mi versión sobresaliente.
 
Carmen Bielsa
Área de Coaching de Cipsa
 

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